jueves, 6 de septiembre de 2012

Miedo.

Qué silencio tan venenoso el de tus ojos cuando te pienso. Y ésa sonrisa ácida que me saluda cuando te escucho. ¡Ay! Ganas de gritar desaforadamente mi pena. Pero el momento no es preciso, ni la causa valiosa, cuando un grito nace todo lo demás muere. Y morir implica perderte y alejarme de ti. Pero que difícil se hace tenerte cerca cuando tus ojos, tus manos, distantes están. Hay momentos en los que el aire se llena de un olor acre que me anuncia tu existencia y en cierto sentido me llena de felicidad. Sin embargo vuelvo a extrañar tu voz.

Que incongruencia puede haber hoy en mis palabras, pues no tengo ganas de decir ni pedir. Solo ganas de llorar para al menos así saber que aún vivo. Buscar un motivo para sonreír cada días es mas difícil. Nada vale, nada se queda. Todo polvo se vuelve. Escuchando aquella dulce tonada, recuerdo lo cerca que llegué a estar de entender lo que era soñar. Pero vivir soñando es como morir sin haber vivido. Y me niego.


Mis labios se han quedado vacíos de tantas palabras dichas. Mis manos tristes están pues no han podido una caricia regalar. 

No hay comentarios:

Publicar un comentario